15 abril 2024

AZAHAR HELADO

 

 

Tenías aromática sonrisa de azahar

y una mirada de terciopelo

que se selló de forma imperecedera

en el pergamino soterrado de mi alma.

Un día, ya distante,

viniste con voz entrecortada,

la tristeza por toquilla

y nos contaste que un cirujano

quería hurgar en la intimidad de tu seno

con la promesa de una reconstrucción

que a todos sería imperceptible.

En la trigonometría del galeno

barajó de forma tangencial seno y coseno

y acabó en un bombardeo químico y sistémico

que terminó por despeinarte

como se avienta una parva

con viento desaforado.

Seguías siendo bella

y la juventud como radical eterno de tu ser.

Con la peluca te volvió la sonrisa

y un destello de esperanza

iluminó tu cara de porcelana.

Sin mirarte, sin palparte,

echabas en falta medio globo terráqueo,

la asimetría femenina de tu estética,

y el vano estéril fue para siempre

un vacío inexplicable.

La ciencia te dio esperanzas

y en el barbecho de tu cuero cabelludo

se comenzó a vocalizar la dormida simiente

como un fértil campo de trigo.

Tenías una sonrisa de azahar,

pero la lluvia que un día mojara tu pecho

fue inundación invasiva

que se extendió por todos tus dominios

hasta dormirte

y a mí me heló el alma para siempre.

Era, y lo sigue siendo hoy, un arrebato.